En Que Creemos

La Declaración sobre la Justicia Social y el Evangelio

Introducción

En vista de las cuestionables teorías sociológicas, psicológicas y políticas que actualmente impregnan nuestra cultura y penetran en la iglesia de Cristo, deseamos aclarar ciertas doctrinas cristianas clave y principios éticos prescritos en la Palabra de Dios. La claridad en estos temas fortalecerá a los creyentes y las iglesias para resistir una avalancha de enseñanzas peligrosas y falsas que amenazan el Evangelio, tergiversan las Escrituras y alejan a las personas de la gracia de Dios en Jesucristo.

Específicamente, estamos profundamente preocupados de que los valores tomados de la cultura secular actualmente estén socavando las Escrituras en las áreas de raza y etnicidad, hombría y feminidad, y sexualidad humana. La enseñanza de la Biblia en cada uno de estos temas está siendo cuestionada bajo la rúbrica amplia y algo nebulosa de la preocupación por la “justicia social”. Si las doctrinas de la Palabra de Dios no son reafirmadas y defendidas sin transigencias en estos puntos, hay muchas razones para anticipar que estas ideas peligrosas y valores morales corruptos extenderán su influencia a otros ámbitos de doctrinas y principios bíblicos.

Sometemos estas afirmaciones y negaciones para consideración pública, sin ninguna pretensión de autoridad eclesiástica, sino con una urgencia que se mezcla con una profunda alegría y tristeza sincera. La rapidez con que estas ideas mortales se han extendido desde la cultura en general hacia las iglesias y las organizaciones cristianas, incluidas algunas que son evangélicas y reformadas, requiere la publicación de esta declaración ahora.

En el proceso de considerar estos asuntos, hemos recordado los elementos esenciales de la fe, que de una vez para siempre fue entregada a los santos, y volvemos a comprometernos a luchar por ella. Tenemos un gran Señor y Salvador, y es un privilegio defender su Evangelio, sin importar el costo o las consecuencias. Sin embargo, aunque nos regocijamos en ese privilegio, lamentamos que al hacerlo sepamos que nos oponemos a las posiciones de algunos maestros a quienes hemos considerado guías fieles y dignos de confianza.

Es nuestra ferviente oración que nuestros hermanos y hermanas se mantengan firmes en el Evangelio y eviten ser sacudidos por todas las tendencias culturales que buscan desviar a la Iglesia de Cristo. Debemos permanecer firmes, inamovibles, siempre creciendo en la obra del Señor.
La advertencia del apóstol Pablo a los Colosenses es muy necesaria hoy en día: “Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que está de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo” (Colosenses 2:8).

El documento que sigue es un intento de prestar atención a ese mandato apostólico. Invitamos a otros que comparten nuestras inquietudes y convicciones a unirse con nosotros para reafirmar nuestro compromiso inquebrantable con las enseñanzas de la Palabra de Dios articuladas en esta declaración. Por lo tanto, para la gloria de Dios en su Iglesia y en toda la sociedad, ofrecemos las siguientes afirmaciones y negaciones.

 

 

Sagrada Escritura

AFIRMAMOS que la Biblia es la Palabra de Dios, dada por el aliento de él. Es inerrante, infalible y es la autoridad final para determinar que es verdadero (que debemos creer) y que es correcto (como debemos vivir). Toda declaración de verdad y estándares éticos deben ser probados por la Palabra final de Dios, que es solo la Escritura.

NEGAMOS que las creencias, el carácter o la conducta cristiana puedan ser dictados por cualquier otra autoridad, y negamos que las ideologías posmodernas derivadas de la interseccionalidad, el feminismo radical y la teoría racial crítica sean consistentes con la enseñanza bíblica. Además, negamos que la competencia para enseñar sobre cualquier tema bíblico provenga de alguna calificación de personas espirituales que no sea la comprensión clara y la comunicación simple de lo que se revela en las Escrituras.

Escritura: Génesis 2:18-25; Salmos 19:7-10; 1 Corintios 2:14-15; Efesios 5:22-33; 2 Timoteo 3:16-4: 5; Hebreos 4:12; 13:4; 1 Pedro 1:25; 2 Pedro 1:19-21

 

Imago Dei

AFIRMAMOS que Dios creó a cada persona por igual a su propia imagen. Como portadores de la imagen divina, todas las personas tienen un valor y una dignidad inestimables ante Dios y merecen honor, respeto y protección. Todos han sido creados por Dios y para Dios.

NEGAMOS que los roles dados por Dios, el estatus socioeconómico, la etnia, la religión, el sexo o la condición física o cualquier otra propiedad de una persona niegue o contribuya al valor de ese individuo como portador de la imagen de Dios.

Escritura: Génesis 1:26-30; 2:18-22; 9:6; 2 Corintios 5:17; Colosenses 1:21-22

 

Justicia

AFIRMAMOS que, dado que él es santo, recto y justo, Dios requiere que aquellos que llevan su imagen vivan con justicia en el mundo. Esto incluye mostrar el respeto apropiado a cada persona y dar a cada uno lo que le corresponde. Afirmamos que las sociedades deben establecer leyes para corregir las injusticias que se han impuesto a través del prejuicio cultural.

NEGAMOS que la verdadera justicia pueda definirse culturalmente o que los estándares de justicia que se construyen solo socialmente puedan imponerse con la misma autoridad que aquellos que se derivan de la Escritura. Además, negamos que los cristianos puedan vivir con justicia en el mundo bajo cualquier principio que no sea el estándar bíblico de justicia. El relativismo, las normas de verdad o moralidad construidas socialmente y las nociones de virtud y vicio que están en constante cambio no pueden dar como resultado una justicia auténtica.

Escritura: Génesis 18:19; Isaías 61:8; Miqueas 6:8; Mateo 5:17-19; Romanos 3:31

 

La ley de Dios

AFIRMAMOS que la ley de Dios, tal como se resume en los diez mandamientos, resumida de manera más sucinta en los dos grandes mandamientos, y manifestada en Jesucristo, es el único estándar de justicia inmutable. La violación de esa ley es lo que constituye el pecado.

NEGAMOS que, cualquier obligación que no surja de los mandamientos de Dios pueda ser legítimamente impuesta a los cristianos como una prescripción para una vida recta. Además negamos la legitimidad de cualquier acusación de pecado o llamado al arrepentimiento que no surja de una violación a los mandamientos de Dios.

Escritura: Deuteronomio 10:4; Romanos 6:14, 10:5; Gálatas 2:16, 3:10, 12; Colosenses 2:14-17; Hebreos 10:1


Pecado

AFIRMAMOS que todas las personas están conectadas con Adam tanto de forma natural como federal. Por lo tanto, debido al pecado original, todos nacen bajo la maldición de la ley de Dios y todos quebrantan sus mandamientos a través del pecado. No hay diferencia en la condición de los pecadores debido a la edad, etnia o sexo. Todos son depravados en todas sus facultades y todos están condenados ante la ley de Dios. Todas las relaciones humanas, los sistemas y las instituciones se han visto afectados por el pecado.

NEGAMOS que, aparte de la conexión previamente establecida con Adán, cualquier persona sea moralmente culpable del pecado de otra persona. Aunque las familias, los grupos y las naciones pueden pecar colectivamente, y las culturas pueden estar predispuestas a pecados particulares, las generaciones posteriores comparten la culpa colectiva de sus antepasados solo si aprueban y abrazan (o intentan justificar) esos pecados. Delante de Dios, cada persona debe arrepentirse y confesar sus propios pecados para recibir el perdón. Además negamos que la etnia de uno establezca cualquier conexión necesaria con un pecado en particular.

Escritura: Génesis 2:16, 17, 3:12,13-15; Proverbios 29:18; Isaías 25:7, 60:2-3; Jeremías 31:27-34; Ezequiel 18:1-9, 14-18; Mateo 23:29-36; Romanos 1:16-17, 3:23, 5:12, 10:14-17; 1 Corintios 15:3-11; 2 Corintios 11:3; Gálatas 1:6-9; Tito 1:12, 13; Apocalipsis 13:8

 

Evangelio

AFIRMAMOS que el evangelio es el mensaje divinamente revelado concerniente a la persona y la obra de Jesucristo, especialmente su nacimiento virginal, vida recta, sacrificio sustitutivo, muerte expiatoria y resurrección corporal, revelando quién es él y qué ha hecho, con la promesa que salvará a cualquiera y a todos los que se vuelvan del pecado confiando en él como Señor.

NEGAMOS que cualquier otra cosa, ya sean obras que se realicen u opiniones que se tengan, pueda agregarse al evangelio sin pervertirlo en otro evangelio. Esto también significa que las implicaciones y aplicaciones del evangelio, como la obligación de vivir justamente en el mundo, aunque sean legítimas e importantes por derecho propio, no son componentes definitorios del Evangelio.

Escritura: Génesis 3:15; Proverbios 29:18; Isaías 25: 7, 60:2, 3; Romanos 1:16-17, 10:14, 15, 17; 1 Corintios 15:1-11; Gálatas 1:6-9; Apocalipsis 13:8

 

Salvación

AFIRMAMOS que la salvación es otorgada solo por la gracia de Dios recibida solo por medio de la fe en Jesucristo solamente. Cada creyente está unido a Cristo, justificado ante Dios y adoptado en su familia. Por lo tanto, a los ojos de Dios, no hay diferencia en la importancia o valor espiritual entre aquellos que están en Cristo. Además, todos los que están unidos a Cristo también están unidos el uno al otro, independientemente de su edad, etnia o sexo. Todos los creyentes están siendo conformados a la imagen de Cristo. Por la gracia regeneradora y santificadora de Dios, todos los creyentes serán llevados a un estado de perfección final, sin pecado, glorificados en el día de Jesucristo.

NEGAMOS que la salvación se puede recibir de cualquier otra manera. También negamos que la salvación haga a cualquier cristiano libre de todo pecado remanente o inmune incluso al pecado grave en esta vida. Además, negamos que la etnicidad excluya a cualquiera de entender el evangelio, ni la herencia étnica o cultural de nadie mitiga o elimina el deber de arrepentirse y creer.

Escritura: Génesis 3:15; Hechos 20:32; Romanos 3-4; Efesios 2:8-9; Gálatas 3:28-29; 1 Juan 2:1-2

 

La Iglesia

AFIRMAMOS que el papel principal de la iglesia es adorar a Dios mediante la predicación de su palabra, la enseñanza de la sana doctrina, la observación del bautismo y la Cena del Señor, refutando a los que contradicen, capacitando a los santos y evangelizando a los perdidos. Afirmamos que cuando se mantiene la primacía del evangelio, esto a menudo tiene un efecto positivo en la cultura en la que se aplacan diversos males sociales. Afirmamos que, bajo el señorío de Cristo, debemos obedecer a las autoridades gubernamentales establecidas por Dios y orar por los líderes civiles.

NEGAMOS que el activismo político o social se deben ver como componentes integrales del evangelio o primordial para la misión de la iglesia. Aunque los creyentes pueden y deben utilizar todos los medios legales que Dios ha establecido providencialmente para tener algún efecto sobre las leyes de una sociedad, negamos que estas actividades sean evidencia de fe salvadora o constituyan una parte central de la misión de la iglesia dada por Jesucristo, su cabeza. Negamos que las leyes o regulaciones posean un poder inherente para cambiar los corazones pecaminosos.

Escritura: Mateo 28:16-20; Romanos 13:1-7; 1 Timoteo 2:1-3; 2 Timoteo 4:2; Tito 1:9; 1 Pedro 2:13-17

 

 

 

Herejía

AFIRMAMOS que la herejía es una negación o desviación de una doctrina que es esencial para la fe cristiana. Afirmamos además que la herejía a menudo implica el reemplazo de verdades esenciales clave con conceptos variantes, o la elevación de lo no esencial al estado de lo esencial. Abrazar la herejía es alejarse de la fe una vez dada a los santos y así estar en el camino hacia la destrucción espiritual. Afirmamos que la acusación de herejía debe reservarse para aquellas desviaciones de la verdad cristiana que destruyen las doctrinas que soportan el peso del núcleo redentor de la Escritura. Afirmamos que las acusaciones de herejía deben ir acompañadas de una clara evidencia de tales creencias destructivas.

NEGAMOS que la acusación de herejía pueda ser legítimamente presentada en contra de cualquier falla para lograr la conformidad perfecta a todo lo que implica la fe sincera en el evangelio.

Escritura: Juan 14:6; Hechos 4:12; Gálatas 1:6-9; 1 Juan 4:1-3, 10, 14, 15; 5:1, 6-12

 

Sexualidad y Matrimonio

AFIRMAMOS que Dios creó a la humanidad masculina y femenina y que esta distinción divinamente determinada es buena, propia y celebrable. La masculinidad y la feminidad están determinadas biológicamente en la concepción y no están sujetas a cambios. La maldición del pecado resulta en afectos pecaminosos y desordenados que se manifiestan en algunas personas como atracción del mismo sexo. La salvación otorga poder santificador para renunciar a los afectos deshonrosos como pecaminosos y mortificarlos por el Espíritu. Afirmamos además que el diseño de Dios para el matrimonio es que una mujer y un hombre vivan en una relación sexual de una sola carne, pactada, hasta que se separen por la muerte. Aquellos que carecen del deseo o la oportunidad para el matrimonio están llamados a servir a Dios en soltería y castidad. Este es un llamado tan noble como el matrimonio.

NEGAMOS que la sexualidad humana es un concepto socialmente construido. También negamos que el sexo de uno pueda ser fluido. Rechazamos la expresión “gay cristiano” como una categoría bíblica legítima. Además, negamos que cualquier tipo de asociación o unión pueda denominarse matrimonio de forma distinta a un hombre y una mujer en un pacto de por vida juntos. Además, negamos que las personas se identifiquen como “minorías sexuales,” la cual sirve como una clasificación cultural en lugar de una que honre el carácter de imagen de la sexualidad humana creada por Dios.

Escritura: Génesis 1:26-27, 2:24, 4:1, 19:24-28; Mateo 19:3-6; Romanos 8:13; 1 Corintios 6:9-11; 1 Timoteo 1:10; Judas 7

 

Complementarismo

AFIRMAMOS que Dios creó a la humanidad tanto masculina como femenina con distinciones biológicas y personales inherentes entre ellos y que estas diferencias creadas son buenas, apropiadas y bellas. Aunque no hay diferencia entre hombres y mujeres ante la ley de Dios o como receptores de su gracia salvadora, afirmamos que Dios ha diseñado a hombres y mujeres con rasgos distintivos y que cumplen funciones distintas. Estas diferencias se definen más claramente en el matrimonio y en la iglesia, pero no son irrelevantes en otras esferas de la vida. En el matrimonio, el esposo debe conducir, amar y salvaguardar a su esposa, y la esposa debe respetar y ser sumisa a su marido en todo lo que sea lícito. En la iglesia, solo los hombres calificados deben conducir como pastores/ancianos/obispos y predicar y enseñar a toda la congregación. Afirmamos además que la imagen de Dios se expresa de manera más completa y bella en la sociedad humana cuando los hombres y las mujeres caminan en obediencia a sus roles ordenados por Dios y sirven de acuerdo con los dones que Dios les ha dado.

NEGAMOS que las diferencias ordenadas por Dios en los roles de hombres y mujeres menosprecien el valor o dignidad espiritual inherente de uno sobre el otro, y que esas diferencias de alguna manera impidan que hombres o mujeres prosperen para la gloria de Dios.

Escritura: Génesis 1:26-28, 2:15-25, 3:1-24; Efesios 5:22-33; 1 Corintios 11:7-9; 1 Timoteo 2:12-14; Tito 2

Raza/Etnicidad

AFIRMAMOS que Dios hizo a todas las personas a partir de un solo hombre. Aunque las personas a menudo pueden distinguirse por diferentes etnias y nacionalidades, son ontológicamente iguales ante Dios tanto en la creación como en la redención. “Raza” no es una categoría bíblica, sino más bien una construcción social que a menudo se ha utilizado para clasificar a grupos de personas en términos de inferioridad y superioridad. Todo lo que es bueno, honesto, justo y hermoso en diversos trasfondos étnicos y experiencias se puede celebrar como el fruto de la gracia de Dios. Todas las acciones pecaminosas y sus resultados (incluidos los males perpetrados entre y sobre los grupos étnicos por otros), deben ser confesados como pecaminosos y repudiados y se debe arrepentir de ellos.

NEGAMOS que los cristianos deberían segregarse en grupos raciales o considerar la identidad racial por encima, o incluso igual a, su identidad en Cristo. Negamos que cualquier división entre grupos de personas (desde una actitud no declarada de superioridad a un espíritu abierto de resentimiento) tenga un lugar legítimo en la comunión de los redimidos. Rechazamos cualquier enseñanza que aliente a los grupos raciales a verse a sí mismos como opresores privilegiados o víctimas de la opresión. Mientras que debemos llorar con aquellos que lloran, negamos que los sentimientos de ofensa u opresión de una persona prueben necesariamente que otra persona es culpable de conductas pecaminosas, opresión o prejuicio.

Escritura: Génesis 1:26-28; Hechos 17:24-26; 1 Corintios 13:4-7; 2 Corintios 12:16-18

 

Cultura

AFIRMAMOS que algunas culturas operan en suposiciones que son intrínsecamente mejores que las de otras culturas debido a las verdades bíblicas que informan esas visiones del mundo que han producido estas suposiciones distintas. Esos elementos de una cultura dada que reflejan la revelación divina deben ser celebrados y promovidos. Pero las diversas culturas de las cuales hemos sido llamados tienen características mundanas y pecaminosas, y por lo tanto, esas características pecaminosas deben ser repudiadas por el honor de Cristo. Afirmamos que cualquier influencia maligna a la que hemos sido sometidos a través de nuestra cultura puede ser -y debe ser- superada mediante la conversión y el entrenamiento de la mente y el corazón a través de la verdad bíblica.

NEGAMOS que los individuos y subgrupos en cualquier cultura no puedan, por la gracia de Dios, elevarse por encima de los defectos morales o las deficiencias espirituales que sus respectivas culturas hayan engendrado o alentado.

Escritura: Romanos 1:18-32; Efesios 4:17-24; Colosenses 3:5-11

 

Racismo

AFIRMAMOS que el racismo es un pecado arraigado en el orgullo y la malicia el cual debe ser condenado y renunciado por todos los que honrarían la imagen de Dios en todas las personas. Tal pecado racial puede manifestarse sutilmente o abiertamente como animosidad racial o vanagloria racial. Tal prejuicio o parcialidad pecaminosa no cumple con la voluntad revelada de Dios y viola la ley real del amor. Afirmamos que prácticamente todas las culturas, incluida la nuestra, a veces contienen leyes y sistemas que fomentan actitudes y políticas racistas.

NEGAMOS que tratar a las personas con parcialidad pecaminosa o prejuicio sea consistente con el cristianismo bíblico. Negamos que solo aquellos en posiciones de poder sean capaces de cometer actos de racismo, o que los individuos de cualquier grupo étnico en particular sean incapaces de cometerlos. Negamos que el racismo sistémico sea de alguna manera compatible con los principios básicos de las convicciones evangélicas históricas. Negamos que la Biblia se pueda usar legítimamente para fomentar o justificar la parcialidad, los prejuicios o el desprecio hacia otras etnias. Negamos que el movimiento evangélico contemporáneo tenga una agenda deliberada para elevar un grupo étnico y subyugar a otro. Y negamos enfáticamente que las conferencias sobre temas sociales (o el activismo dirigido a remodelar la cultura más amplia) sean tan vitales para la vida y la salud de la iglesia como la predicación del evangelio y la exposición de las Escrituras. Históricamente, tales cosas tienden a convertirse en distracciones que inevitablemente conducen a apartarse del evangelio.

Escritura: Génesis 1:26-27; Deuteronomio 10:17; Hechos 10:34; Romanos 2:11; Efesios 6:9; Gálatas 3:28; Santiago 2:4

 

Apéndice

Para una consideración más detallada de algunos de los problemas planteados en esta declaración, recomendamos los siguientes dos documentos:

  • La Declaración de Danvers de 1987
  • La Declaración de Nashville de 2017

 

 

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